Un pequeño corro entonando el Aleluya pascual, con más convencimiento que posibilidades.
Rostros concretos, nombres conocidos, situaciones personales acogidas y compartidas.
La luz del Resucitado rompió las sombras y la luz desbordó nuestras miradas.
Humilde realidad ensayando la vida, celebrándola, mendigándola, recibiéndola, deseándola, ofrendándola.
El júbilo inundó las horas al hilo de la Palabra, el júbilo nos catapulta a la vida desde el Amor mayor y definitivo.
Cada pequeña vela es una antorcha poderosa de esperanza.
Una vez más el Evangelio tomaba cuerpo, nuevamente la Pascua se realiza y nos viste de fiesta, nos enjuga las lágrimas, nos pone alas en los pies y nos torna mensajeros cotidianos de la Gracia.
Coge nuestras manos tendidas, nuestros corazones ofrendados: ES PASCUA
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