martes, 22 de marzo de 2011

Media Vita


Un joven amigo de nuestra Comunidad, me comentaba que le gustaba mucho una canción que se titula “Media vita”  y me preguntaba si la conocía. Sonriendo le dije: sí, es un responsorio de Cuaresma, pero sospecho que será con una música diferente.

Me sorprendió que un texto con ese contenido estuviese en el ámbito cotidiano de los muchachos.

Cuando pude escuchar esa nueva versión, me agradó mucho su final. Precisamente concluye con la frase que da inicio al canto y concentra todo su mensaje: MEDIA VITA IN MORTEM SUMUS (A la mitad de la vida estamos en la muerte). Creo que es la síntesis de la experiencia del éxodo cuaresmal, volver a situarnos en la esencia de lo que somos: vulnerables, limitados en el tiempo y dependientes del Dios-Amor, del Amor que es Dios.

Situar nuestra existencia en el marco adecuado de su temporalidad no tiene nada de oscurantismo, ni de temor, sino de  la veracidad que nos devuelve a la postura adecuada para caminar con una densidad nueva y un horizonte orientado a la confianza. Nos inserta en el certero realismo que consiste en sabernos sostenidos por Sus manos. No es cierto que nazcamos para morir, no es cierto.

Nacemos para no dejar de Vivir, provenimos de un Amor que nos urge y nos atrae, tendemos a ese Amor para descubrirnos en él para siempre.

Sí, la Cuaresma nos adentra en la verdad de toda muerte, (no sólo la física sino  toda pérdida), para recordarnos que es un paso a la luz.

La memoria de nuestra muerte nos retorna a la entraña de la confianza y al dinamismo de una vida que no cede a la superficialidad, que no se conforma con la inercia, que no renuncia a ensayar la plenitud.

Por eso cantamos el Media Vita con dulzura de corazón y gozo en la mirada.

lunes, 21 de marzo de 2011

Una elección que da vida (Una herencia perdurable II)










La mirada de las hermanas sobre la realidad del mundo es amorosa y positiva. No nos separamos del peregrinar de la humanidad, sino que lo acompañamos de otro modo, aportando lo mejor de nuestras vidas en la intercesión y el interés por todo y por todos. Nada nos es ajeno, como nada humano es ajeno al Misterio de Cristo, como nos afirmó el Concilio Vaticano II, participando de la opción radical de Dios por la humanidad.

Este marco arropa un estilo de vida concreto, determinado por el carisma que orienta nuestra vivencia de la fe. Las monjas dominicas pertenecemos a una amplia familia que es la Orden de Predicadores.

Uno de sus lemas es “ VERITAS”, es decir, la Verdad. Lo cual tiene varias dimensiones: vivir de la Verdad, vivir en la Verdad , vivir para la Verdad y vivir de Verdad. La armonía entre ellos  será la medida de calidad de nuestra elección como contemplativas apostólicas.

Pero esto no es algo abstracto o una apelación de absolutos, sino la certeza  de que en la transparencia del bien germina la plenitud:

            --Percibir en lo sencillo que la referencia de Jesucristo como Verdad es una roca sólida en lo concreto de tus opciones, pensamientos, sentimientos.
            ..Que la veracidad interior con uno mismo y los demás, vierte en nosotros la unción de la libertad más profunda.
            --Que la búsqueda de la Verdad en todo, es un imán que interpela constantemente y que lo escogido a diario como estilo de entrega confiere verdadero sentido a la vida, no es una entelequia, sino una realidad tangible y apreciable que perfila a personas concretas y que las conduce a una determinada realización de su condición humana. Este es el empeño en el que aquilatamos nuestro potencial, en el que apreciamos nuestro crecimiento.

Lo peculiar de lo dominicano podríamos resumirlo en el empeño por aliar polaridades: libertad-obediencia, soledad-comunión, silencio-alabanza, estudio-trabajo… Todo asumido como una onda que va integrando lo pequeño y cotidiano, con lo infinito y universal. Un modo de organizarnos que busca el consenso y el caminar unánimes, sabiendo que para llegar lejos hemos de caminar unidas, aunque esto suponga un ritmo más lento, porque conlleva un profundo diálogo capaz de ser vulnerables y acogedores de las razones de los demás y la obediencia a las resoluciones comunes.

Todo esto modela la voluntad, el modo de pensar, de establecer criterios, las prioridades… y en ello apreciamos un camino de libertad y de plenitud. Contrariamente al pensar de muchas personas, el jerarquizar la vida situando como referencia el plan de Dios, lejos de distanciarnos del progreso humano, histórico y social, nos abre la mirada, el pensamiento y el corazón a toda la humanidad, empezando por la más próxima y abrazando al mundo.

El hecho de optar por una vida que trata de ahondar en la espesura del misterio que es el ser humano y el Misterio del Amor de Dios, no significa que nos repliegue sobre nosotras mismas, sino más bien al contrario, nos ensancha el corazón para ampliar su horizonte y extender sobre todo y todos una mirada compasiva y amorosa, sensible a las necesidades de los otros y atenta al caminar de los pequeños de este mundo, para hacer senda compartida y atenta, implicada discretamente con la intercesión y la ofrenda de la propia existencia, pero no menos fecundamente, ni menos comprometidamente.

miércoles, 9 de marzo de 2011

El valor de una presencia


Nunca hubieran sospechado los hermanos cistercienses de Tibhirine (Argelia), que un día, serían los protagonistas de una película que estaría en el centro de atención de todo el mundo.

Nunca lo hubiesen sospechado. No lo habían pretendido en absoluto, dada su vida sin mayor brillo y casi perdida en el mar del ámbito musulmán, donde se encontraban insertos.

Así  discurría su existencia tan trivial en apariencia, como profunda. Desde la noticia de su muerte y no desde la “ fama” positiva y legítima, que conlleva el hecho, de que su historia se considerase cinematográficamente interesante, el testimonio de estos hermanos nos supuso un referente interior importante.

Nada desmerece su entrega de otras muchas en la historia; pero la cercanía temporal,  hace de su ofrenda un revulsivo más intenso e interpelante.

Entiendo que la causa de su muerte ha sido el sencillo hecho de PERMANECER. Sólo eso. Estar dónde hay que estar en el momento preciso. Sólo eso.... ¿sólo eso? ¿No radica lo esencial de nuestra vida en “eso”?

La fuerza de esa coherencia interior que asume todas las consecuencias es lo que nos impacta de esta Comunidad, de estos hombres frágiles y vacilantes, pero firmes y receptivos al don de Dios.

Ellos nos muestran que entre los procesos humanos discurre la Gracia y que esta no sólo no los excluye, sino que los precisa.
Ellos nos muestran que la santidad no se desdice en las limitaciones, sino que se enarbola en ellas, dejándolas atrás sin excluirlas. Ellos nos muestran- en presente- la fuerza que sigue teniendo el Evangelio vivido.

Por ellos, el corazón entona la gratitud.