lunes, 21 de marzo de 2011

Una elección que da vida (Una herencia perdurable II)










La mirada de las hermanas sobre la realidad del mundo es amorosa y positiva. No nos separamos del peregrinar de la humanidad, sino que lo acompañamos de otro modo, aportando lo mejor de nuestras vidas en la intercesión y el interés por todo y por todos. Nada nos es ajeno, como nada humano es ajeno al Misterio de Cristo, como nos afirmó el Concilio Vaticano II, participando de la opción radical de Dios por la humanidad.

Este marco arropa un estilo de vida concreto, determinado por el carisma que orienta nuestra vivencia de la fe. Las monjas dominicas pertenecemos a una amplia familia que es la Orden de Predicadores.

Uno de sus lemas es “ VERITAS”, es decir, la Verdad. Lo cual tiene varias dimensiones: vivir de la Verdad, vivir en la Verdad , vivir para la Verdad y vivir de Verdad. La armonía entre ellos  será la medida de calidad de nuestra elección como contemplativas apostólicas.

Pero esto no es algo abstracto o una apelación de absolutos, sino la certeza  de que en la transparencia del bien germina la plenitud:

            --Percibir en lo sencillo que la referencia de Jesucristo como Verdad es una roca sólida en lo concreto de tus opciones, pensamientos, sentimientos.
            ..Que la veracidad interior con uno mismo y los demás, vierte en nosotros la unción de la libertad más profunda.
            --Que la búsqueda de la Verdad en todo, es un imán que interpela constantemente y que lo escogido a diario como estilo de entrega confiere verdadero sentido a la vida, no es una entelequia, sino una realidad tangible y apreciable que perfila a personas concretas y que las conduce a una determinada realización de su condición humana. Este es el empeño en el que aquilatamos nuestro potencial, en el que apreciamos nuestro crecimiento.

Lo peculiar de lo dominicano podríamos resumirlo en el empeño por aliar polaridades: libertad-obediencia, soledad-comunión, silencio-alabanza, estudio-trabajo… Todo asumido como una onda que va integrando lo pequeño y cotidiano, con lo infinito y universal. Un modo de organizarnos que busca el consenso y el caminar unánimes, sabiendo que para llegar lejos hemos de caminar unidas, aunque esto suponga un ritmo más lento, porque conlleva un profundo diálogo capaz de ser vulnerables y acogedores de las razones de los demás y la obediencia a las resoluciones comunes.

Todo esto modela la voluntad, el modo de pensar, de establecer criterios, las prioridades… y en ello apreciamos un camino de libertad y de plenitud. Contrariamente al pensar de muchas personas, el jerarquizar la vida situando como referencia el plan de Dios, lejos de distanciarnos del progreso humano, histórico y social, nos abre la mirada, el pensamiento y el corazón a toda la humanidad, empezando por la más próxima y abrazando al mundo.

El hecho de optar por una vida que trata de ahondar en la espesura del misterio que es el ser humano y el Misterio del Amor de Dios, no significa que nos repliegue sobre nosotras mismas, sino más bien al contrario, nos ensancha el corazón para ampliar su horizonte y extender sobre todo y todos una mirada compasiva y amorosa, sensible a las necesidades de los otros y atenta al caminar de los pequeños de este mundo, para hacer senda compartida y atenta, implicada discretamente con la intercesión y la ofrenda de la propia existencia, pero no menos fecundamente, ni menos comprometidamente.

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